Ser madre cambió mi forma de mirar
Cuando empecé en la fotografía, buscaba la luz perfecta, la composición correcta, el encuadre más bonito.
Pero cuando me convertí en madre, todo cambió.
De pronto, entendí que las fotos más valiosas no son las perfectas, sino las que te hacen sentir.
Las que te devuelven el olor a colonia de bebé, la risa espontánea, la calma de un abrazo o la mirada de complicidad que solo una madre conoce.
Mis hijos me enseñaron a mirar de otra manera: más despacio, más cerca, más desde el corazón.
Gracias a ellos, comprendí que lo importante no es captar una pose, sino preservar un instante real, de esos que pasan sin avisar y no vuelven.
La fotografía como reflejo de la maternidad
Ser madre y fotógrafa me ha hecho entender algo muy profundo: las dos cosas requieren paciencia, empatía y presencia.
En la maternidad, igual que en la fotografía, no puedes controlar todo.
A veces el día no sale como planeas, y sin embargo, ocurre algo mágico que hace que todo valga la pena.
En cada sesión familiar o sesión newborn que realizo, hay un pedacito de esa enseñanza.
Cuando una mamá se siente cansada y me dice “no sé si hoy saldrán bien las fotos”, le sonrío y le digo:
“Confía, porque los momentos más bonitos suelen aparecer cuando bajamos las expectativas.”
Y casi siempre, esos minutos de calma, esas miradas sin guion, terminan siendo las imágenes más sinceras y emotivas de toda la sesión.
Lo que aprendí de ellos (y aplico en mi trabajo)
Mis hijos me enseñaron cosas que ningún curso de fotografía podría enseñar:
- A tener paciencia. Cada niño tiene su ritmo, y respetarlo es clave para captar su esencia.
- A disfrutar del caos. Porque a veces las risas, el desorden o una carrera inesperada dan lugar a las mejores fotos.
- A mirar con ternura. La cámara no solo observa: también siente.
- A valorar lo cotidiano. Las fotos de los momentos simples —baños, meriendas, abrazos— son las que más valor tendrán con el tiempo.
Por eso, en mis sesiones familiares busco que los niños sean ellos mismos, sin forzarlos a posar ni pedirles una sonrisa perfecta.
Las fotos más auténticas nacen de la libertad, no de la presión.
Cuidar el recuerdo, cuidar el presente
Ser madre me hizo entender que el tiempo vuela.
Y que las fotos no son solo imágenes, son la manera más bonita de detener el tiempo por un instante.
Cada vez que una familia me confía su sesión, siento la responsabilidad de capturar no solo una imagen, sino una emoción que perdure.
Porque un día, esos niños verán esas fotos y entenderán cuánto amor había en cada detalle.
En mis sesiones de fotografía infantil y fotografía de maternidad intento que las familias vivan una experiencia más que una sesión.
Que rían, que se abracen, que se miren. Porque lo más importante no es salir bien, sino salir siendo.
De madre a madre
De madre a madre, quiero decirte algo:
No esperes a “cuando tengas tiempo”, “cuando adelgaces” o “cuando todo esté más tranquilo”.
No hay momento perfecto.
El momento es ahora.
Porque cuando mires atrás, no te importará si tu pelo estaba perfecto o si el bebé tenía sueño.
Te importará recordar cómo se sentía tenerlo en tus brazos.
Así que, si te apetece vivir una sesión diferente, natural y llena de emociones, te invito a conocer mis sesiones familiares o mi fotografía de maternidad.
Prometo que será más que una sesión: será un regalo para tu yo del futuro.

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